Tras las vacaciones de Navidad todos volvemos a la rutina, los niños retoman las clases escolares y con ello los deberes. Toca ponerse manos a la obra con matemáticas, sociales ¡y cómo no, la lectura!. Para muchas familias, la hora de leer es una auténtica odisea, un tira y afloja constante donde no siempre ganan los padres. Esto desemboca, en ocasiones, en un sentimiento de frustración por ambas partes, ya que el niño no disfruta de ese momento, no le gusta leer y se ve obligado, y los padres acaban agotados de lo que se ha convertido en una lucha casi diaria.

¿A tu hijo no le gusta leer?

Podemos pensar que es normal que a un niño de 6, 7 u 8 años no le guste leer, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, es a esta edad cuando, visualmente hablando, el cerebro del niño ha madurado lo suficiente para realizar esta compleja tarea.

Cuando un niño mayor de 7 años se salta los renglones, se pierde en el texto continuamente o invierte letras o palabras nos está mandando señales de alerta que indican que algo no está funcionando adecuadamente. Por norma general, en estos casos, los movimientos oculares sacádicos no trabajan en su potencial y producen una lectura poco eficiente y frustrante para el peque. Cabe destacar que, si partimos de esta dificultad, el niño no podrá comprender lo que lee y mucho menos imaginárselo, de esta forma su rendimiento académico puede verse comprometido.

Trabajar el sistema visual

Si te dieran a elegir ¿preferirías ver una película con la pantalla en negro las 2 horas de duración y solo escuchar el audio? ¿o te gusta más ver la peli con imagen y sonido?

Seguramente hayas respondido mentalmente a la segunda opción, en ese caso te planteo una pregunta más ¿has preguntado a tu hijo alguna vez si se imagina lo que lee como una película, o si por el contrario ve todo negro? ¿Cómo podría gustarle leer a alguien que no se imagina nada?

Esta pregunta es clave para terminar de confirmar que está ocurriendo algo en el sistema visual que interfiere en la lectura que realiza nuestro hijo. Si es así, lo ideal es hacer una valoración visual específica por un optometrista especialista y ver qué opciones de tratamiento se adecúan más a las dificultades que presente. La terapia visual es una herramienta eficaz para entrenar las habilidades visuales que intervienen en el proceso de la lectura.

Recuerda que pasar un rato agradable junto con tu hijo mientras leéis una maravillosa historia no tiene por qué ser agotador, sino todo lo contrario.

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