Según la Fundación Americana de la Tartamudez, aproximadamente el 5% de los niños atraviesa un período de tartamudez en su crecimiento, de seis meses o más de duración. El logopeda es el especialista que aborda este trastorno para evitar que se convierta en crónico y que no afecte de forma grave a las relaciones sociales y resultados escolares del menor.

Las denominadas disritmias o disfluencias son las manifestaciones características de la tartamudez. Son las interrupciones del sonido en el habla del niño y pueden ser tónicas (bloqueo al iniciar un discurso), clónicas (repetición de sonidos o sílabas durante el discurso) o una mezcla de ambas. Es habitual que estos trastornos aparezcan entre los 2 y 6 años y es más frecuente en niños que en niñas.

El diagnóstico de la tartamudez

Para un diagnóstico correcto de la tartamudez hay que realizar una serie de sencillas pruebas médicas. En estas pruebas el especialista tratará de determinar el inicio del problema, su posible coincidencia con algún evento familiar o personal adverso y su evolución. El logopeda es quien debe efectuar las pruebas de evaluación del habla, tanto en lectura como en voz cantada.

¿Conocemos sus causas?

No es sencillo descifrar las causas de la tartamudez pues son multifactoriales. Estas causas pueden ser ambientales, orgánicas, psicológicas y/o genéticas.

El abordaje de la tartamudez

Una vez logrado un diagnóstico adecuado, el logopeda tratará la tartamudez con el objetivo principal de rehabilitar las capacidades alteradas y que el niño pueda relacionarse y comunicarse de forma normal. Si la tartamudez no es abordada de forma correcta puede derivar en fracaso escolar y en problemas de conducta. Además, otro de los objetivos del logopeda es evitar que este trastorno se cronifique y llegue hasta la edad adulta.